La feria de los discretos

2005

Cuentan  de Baroja que, antes de empezar a escribir cualquier obra, buscaba un título sugestivo y una vez hallado, sin pensárselo mucho, iniciaba el relato sin preocuparse  porque el argumento coincidiera con aquél. Ignoro si el hecho es cierto, pero en algunas de sus novelas parece darse esta circunstancia, como ocurre con la que me presta hoy su título  de  “La feria de los discretos”.

La acción de la estupenda narración se desarrolla en Córdoba y recuerdo, pese al tiempo transcurrido desde su lectura, la magnifica descripción  que el autor realiza  de una tarde, con lluvia tormentosa  y posterior radiante sol, que hacía relucir los naranjos del patio de la catedral y sus frutos maduros, húmedos  aún, mientras en el cielo se proyectaban los vistosos colores de un enorme  arco iris.  

Pero no es Baroja ni su novela los que me mueven a  teclear en el ordenador, rellenando la pantalla con mis palabras;  también a mí me resulta atractivo el título para lo que pretendo decir porque, ciertamente,  la feria  es  mercado y, como consecuencia , lugar  de ofertas, transacciones, cambalaches, con su picaresca incluida, a la que le es aplicable la frase de Crispín  en “Los intereses creados”, la inolvidable obra de Benavente: “Mundo es éste de toma y daca, lonja de contratación, casa de cambio…

            Todo este  preámbulo  viene a cuento porque, pienso yo, algo de mercado,  algo de toma y daca  y lonja de contratación, algo de feria  sin fiesta ni discretos, aunque sí    con “vivales aprovechados” , estamos viendo    en el mundillo de la política española. Obsérvense, si no, las   mal llamadas “Comisiones de investigación”, que bien podrían denominarse de ocultación y entorpecimiento. Ya se ha olvidado aquélla ruidosa de la Comunidad de Madrid, y algo parecido aconteció con la  del  11-M, que investigaba las mentiras y manipulaciones informativas   a raíz del atentado criminal de Atocha, pese a las dramáticas críticas de las Asociaciones de Victimas del terrorismo.  Asuntos menores, después de todo,  estas  argucias, escamoteos, trapacerías y juegos de intoxicación   de  viejos y maquiavélicos zorros políticos,   comparados con el horrendo crimen del que se ocupa la Justicia. No se busca tanto a los culpables y al modo de evitar la repetición del hecho, como  desprestigiar al contrario.

Pero si dirigimos  la mirada hacia las actividades, programas, ruedas de prensa, debates en  el parlamento e incluso en TV, nuestro desánimo se acentúa, porque todo gira en torno a una idea básica, casi obsesiva: denigrar o destruir al adversario y agarrarse, como garrapatas o sanguijuelas, al poder y  al presupuesto. Con altisonante palabras  en algunas ocasiones y con lenguaje arrabalero, chabacano, otras, siempre se pretende tener razón y sacar adelante los propios proyectos, aún cuando se haya demostrado su  ineficacia o perjuicio. Importa  sólo deshacer lo heredado de otros gobiernos, aunque sea bueno y acertado, y tal vez por ello, buscando destruir y borrar  éxitos ajenos que pudieran difuminar las actuaciones propias,  partidistas  y sectarias, encaminadas al  control férreo y  a la colocación de  adictos, sin preocuparse del  beneficio general.  Y con tal propósito, los auto calificados   “progresistas”,   olvidando    que su ideología nació con vocación internacional, universal, no dudan en   aliarse con partidos y grupúsculos, cuyos programas  separatistas, casi xenófobos,  pretenden la desunión y  trocear el país en mínimos seudo-estados, para  disfrute personal de impresentables virreyes y exclusión de quienes no comulgan con sus  paranoicas ideas; todo ello a pesar  del contrasentido que implica ir  contra la corriente imperante de unión de naciones. Es como volver al feudalismo, escamoteando toda la historia posterior.

Como contrapunto, los “conservadores”, para mayor paradoja, parecen acomplejados  por intentar “conservar”, que  es lo  bueno y deseable cuando lo conservado representa conquistas beneficiosas para la sociedad; algo que les duele a sus antagonistas “progres”,  cuyas ideologías, cuando han llegado a materializarse,   fracasaron ruidosamente. No está tan lejana la sombra de la Unión Soviética y todavía se mantiene   el desastre de algunos países  americanos. 

            Por otra parte y  en cuanto respecta a España (por contagio iba a escribir país), el nuevo gobierno socialista se ha  dedicado, casi con exclusividad, a destruir la ley de calidad de la enseñanza ( resulta espeluznante eso de eliminar  la calidad),  burlar el rigor presupuestario, lo que  mas bien temprano que tarde lleva a  la inflación,  el mas injusto de los “impuestos”,  por  recaer exclusivamente sobre los asalariados, sobre los  necesitados que carecen de bienes. Y, no contentos, anulan el plan hidrológico, para que la España seca siga padeciendo sed y tratan de volatilizar la Constitución con las bombas retardadas de los estatutos autonómicos, a espaldas del conjunto de los españoles…… ¡Viva el progreso, la solidaridad y la democracia!  Eso sí, con prisas y sin diálogos, se resuelven problemas tan “ graves” como el “matrimonio” de homosexuales,   la rapidez en los divorcios,  la obligatoriedad de lenguas minoritarias,  la modificación  de la política exterior, el control de los Tribunales y, hay que repetirlo y subrayarlo,  la conveniencia de  modificar la Constitución, sin duda para  facilitar  la operación quirúrgica de partir en trocitos este país, antes llamado España. Todo lo demás, como la insuficiencia sanitaria, el caos de la educación,  la economía que enferma,  la falta de estímulos al ahorro y a la inversión, son problemas menores que se resolverán por sí solos.

.Nuestra democracia, de orgánica, como la definían  en el desaparecido régimen dictatorial, ha pasado a ser contradictoria, insólita, única. Gobierna no la mayoría, como cabría esperar, sino las coaliciones que, debido al afán de algunos por  alcanzar o  mantenerse en el poder, provoca que  el más pequeño, desconocido   y nefasto de los grupos,  pueda decidir con absoluta impunidad sobre los más graves asuntos que afectan a la generalidad, de la que  representa sólo un incómodo barrillo   purulento, empujando al país hacia las proximidades de temibles y destructivos agujeros negros de confrontación, que ya parecían haberse alejado para siempre de nuestra convivencia.

Feria, no precisamente de discretos, mercado donde se compra y venden voluntades, lonja  de contratación de  actuaciones en beneficio sectario, casa   en la que  picaros, en versión política,  como Rinconete, Cortadillo,  Lázaro de Tormes, Don Pablos… y demás ingenios del engaño, comercian o presionan para conseguir sus fines,  al tiempo que tratan de  burlarse mutuamente. Esperemos que entre tanto personaje del reino de Picardía haya algún Crispín que, en graves momentos (quizá los actuales) para “La Ciudad alegre y confiada” – esta España nuestra-, sepa sacrificarse, en un gesto de grandeza inesperada, para  defenderla y conservarla.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *