El amor es azul

2015

El amor es azul

                                     (Pierre Coar y Andre Popp)

Estaban instalando  en el teatro los últimos “atrezzos” para  una de nuestras representaciones cuando, un amigo actuante, me pidió que fuera a su casa, muy próxima, y trajera a su hermana menor para que viera la función. Como en ese momento yo no tenía nada que hacer, me apresuré a complacerle.

A la muchachita le cogió de improviso el recado, pero con una rapidez insólita se arregló y estuvo dispuesta a venirse conmigo. Recuerdo que  el jersey que llevaba puesto tenía, en uno de los extremos, una bolita de lana sujeta con una especie de cordoncito, que se bamboleaba al andar. Con sus ojos mirando al suelo, apenas conseguí sacarle algunas palabras sobre nimiedades. Estaba cohibida, con una timidez extraña, pues me conocía bien de entrar frecuentemente en su casa con el hermano.

Terminada la representación, la llevé a su domicilio, mientras la observaba por el camino. No era tan niña como me  pareció al principio; el jersey y la amplia falda  debían ocultar un cuerpo próximo a la de una mujercita ya formada.

-¿Sabes que eres muy guapa?- le dije

Ella se ruborizó y como estábamos ya en la puerta de su casa, tartamudeó un rápido “buenas noches” y se entró sin  más palabras.

Unos días después me la encontré con una amiga. Las detuve, le pregunté si le había gustado la función y continuamos  charlando  los tres de  cuatro vaguedades…Antes de irme, le sugerí, pensando que no aceptaría:

-Mañana es domingo, ¿quieres que vayamos  al cine?

-No me dejarán sola.

-Pues con tu amiga

-Bueno, si ella quiere.

Y quiso. Ya con más confianza, continuamos viéndonos casi todos los días. Yo la esperaba a la salida del taller donde aprendía a coser, llegaba con ella hasta su puerta y allí charlábamos un rato. Así, sin apenas darnos cuenta, fuimos intimando hasta que, una tarde, le pregunté si quería ser mi novia. Roja como una amapola y nerviosa pronunció un “sí” apenas perceptible.

Lo nuestro, pues, no fue, por mi parte al menos, un tempestuoso flechazo sino una evolución, un deslizarse suave de la amistad al afecto creciente, que termina por convertirse en amor.

Ortega decía que el “enamoramiento es un estado transitorio de imbecilidad”. Yo creo que nosotros eludimos o saltamos esa etapa Lo nuestro fue como un mar tranquilo, azul, que se confunde con el azul del cielo los días despejados. No hubo tempestad previa, ni obsesión imbécil, sino un pausado tránsito, como antes he explicado, de una simple amistad a un quererse  y necesitarse mutuos con creciente intensidad.

Una tarde, cuando estrenaba un vestido que se había confeccionado, de falda estrecha y chaquetilla tras la que se adivinaban, ya  bien formados, unos “cervatillos mellizos”, como los califica Salomón en “El Cantar de los Cantares”, me vino a la mente, no se porqué, la composición musical de que “el amor es azul”  Azul, como el cielo sin nubes, como al mar sereno, como aquella criatura que se me ofrecía vestida de azul. Cuando volvíamos a su casa, en  la calle, desierta, mal iluminada, nos dimos un beso sin la violencia tempestuosa de una pasión o deseo desbocados, sino con la  lentitud, suavidad y dulzura de algo nacido del corazón.

La música ha cesado. La lluvia de este mes de abril disminuye en intensidad. Y mis recuerdos de juventud se acaban, no sin que me hayan producido algunas lágrimas. Posiblemente sean consecuencia de la edad, que a estas alturas nos hace rebelarnos contra  la imposibilidad de detener el tiempo, o de volver a vivir esos días  pasados, ya sumidos en una lejanía que se escapa con aceleración creciente, como  las galaxias en el firmamento. Recuerdos y sueños, al fin, que en nuestra mente se niegan a desaparecer o a que se borren con la crueldad de un olvido forzado.

Hasta aquí la etapa más atractiva de la vida  Después viene la serena madurez, con sus altibajos, problemas y gozos. Y la llegada, como fruto, de cuatro hijos ejemplares. Pero, entonces, la primavera ha pasado, y el  cálido verano aún presente, no permite todavía la nostalgia, que siempre es de un ayer.

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