2005
La brevedad de nuestro tránsito por este mundo ha sido llorada por poetas, afirmada por sesudos filósofos, señalada con insistencia por ascetas y santos; pero, sin pretenderlo, la infinita levedad de su duración, la minúscula instantaneidad de cada vida nos la han hecho comprender los científicos al explicarnos los millones de años de evolución del universo, la inmensidad de sus dimensiones, cuyas distancias han de medirse en años luz…
Sobrecoge sentirse tan pequeños y tan fugaces como si fuéramos apenas perceptibles meteoritos que se deshacen al solo roce con el aire, dejando por toda constancia de la personal existencia una bravísima ráfaga de luz, desaparecida en segundos y, si acaso, unos miligramos de cenizas esparcidos por el viento… Y, sin embargo, en esa fracción infinitesimal de tiempo que, viviéndolo, a veces nos parece largo, pesado, inacabable, se desarrolla todo por lo que luchamos con fatigas y sudor, en ocasiones con impaciencia y desesperanza, aunque siempre con cálida emoción.
Circunstancias se dan, no obstante, en que el hecho de vivir nos resulta un milagro, un privilegio inmerecido; otras, tal vez las más, una absurda broma o una especie de condena, de castigo cuya causa no alcanzamos a comprender… Perdónanos, Señor, pero nuestra débil naturaleza se rebela, en muchos casos, por la pesada carga dejada caer sobre nuestros hombros, sin acertar a discernir, insistimos, por qué Tu dedo nos ha señalado de forma especial para tarea tan excesiva, que nuestras escasas fuerzas apenas soportan. Si, ya sabemos que Tus designios no son fácilmente comprensibles para nuestra corta inteligencia, que escribes recto con renglones torcidos, para mayor confusión nuestra.
Hemos de acudir, necesariamente, a la Fe para no desesperarnos. Porque estamos seguros que todo lo haces para nuestro bien último; que estas contradicciones observadas por nuestras torpes mentes nos conducen, con forzosidad inevitable, hacia Ti que eres, sin ninguna duda, lo único inmutable y eterno del mundo; y porque nunca, nunca, el amor puede esconder ningún mal y Tu, en esencia, eres eso, puro AMOR imperecedero e inagotable.