2003
¿Regresión?
Pasan los años, los siglos, los milenios y en ese transcurrir incesante del tiempo ocurren transformaciones en el universo material, cambios de situación, de composición, de aspecto; evolucionan las especies vivas modificando su conformación física, sus hábitos, en adaptación a las necesidades de supervivencia. Todo muy lógico y natural, siguiendo unas leyes que parecen inalterables, fijas e inscritas en la propia esencia de las cosas y de los seres. Así se consigue sobrevivir, sorteando los diversos avatares que acontecen, las catástrofes imprevisibles, las variaciones climáticas y demás sucesos negativos para la vida que tienen lugar en la tierra.
El hombre, un ser más del conjunto que puebla nuestro mundo, no escapa a esta lucha por la supervivencia. Eso nos dicen los antropólogos y arqueólogos que estudian el pasado y que, de un simple fragmento de huesecillo, son capaces de reconstruir toda una compleja arquitectura, ya sea de un monstruoso dinosaurio, de un pequeño animalito o de un homínido, precursor o antecesor de quienes hoy nos creemos dueños del mundo. Eso es así, con toda certeza, un género de convencimiento que analizó con meticulosidad nuestro olvidado filósofo Jaime Balmes .Ocurre, sin embargo, que en otros aspectos no materiales, no parece que el hombre evolucione al mismo ritmo o cadencia. Un hipotético observador, situado en el exterior de la tierra, después de comprobar un desarrollo tecnológico jamás antes conocido, fruto, se supone, de experiencias y sabiduría nunca alcanzadas, cuyas consecuencias debieran ser las de unos comportamientos que facilitaran una vida mejor y más justa, una actuación positiva frente a los elementos no controlados y los demás seres, se sorprendería al comprobar como el hombre, en muchos aspectos, parece retroceder, volver al pasado.
Ni la imaginación más calenturienta y desbocada pudo predecir, hace apenas una generación, que pasado el Siglo XX, cruzada la frontera de un nuevo milenio, después de las dolorosas tragedias vividas con dos guerras mundiales y otras innumerables e incesantes dispersas por todos los rincones de nuestro planeta, con organizaciones internacionales destinadas a conservar la paz, el desarrollo, la cultura y la convivencia, llegaríamos en nuestro “veloz progreso” a situarnos, no en una nueva e idílica Era de Bienestar y Justicia, si no en la mas burda y torpe Edad Media que, para corroborar la afirmación, resucita los viejos fantasmas de las guerras de religión, por si no tuviéramos bastante con las otras, las de expansión, las de dominio de los poderosos, soterradamente conducidas por el verdadero poder : el económico.
Desde el 11S, cuando la nación más potente del mundo es herida en su propio corazón, en el centro de su dignidad y de su orgullo, el mundo occidental tiembla y se siente, a pesar de su desarrollo, de su poder tecnológico, indefenso y acosado por enemigos invisibles, ocultos en la multitud, pero con capacidad para destruir, matar incluso inmolándose, en un estúpido sacrificio para el que fueron programados, como muñecos o autómatas, mediante promesas de imaginarios paraísos o de falsos nacionalismos, no sabemos por qué mente delirante; paraísos inventados para consumo de cerebros infantiles o tarados, nacionalismos falaces para convertir en pequeños seudopaises porciones de territorio cuando, precisamente, la tendencia es la contraria, la de unificar, la de extender, hasta formar un solo estado, lo mismo que es un solo mundo el que nos cobija y alimenta, pese a los abusos con que lo tratamos. Esta afirmación podría parecer contradictoria con la última parte del párrafo anterior y no es así. Son cosas distintas la expansión violenta y la unión voluntaria como, por ejemplo, la de la UE, si logramos consolidarla alguna vez. Recordemos, en este sentido, que precisamente nuestra religión es católica, esto es, universal, tanto por etimología como por vocación: los brazos abiertos de Jesús en la Cruz abarcan a todo hombre, cualquiera que sea su raza, condición o lugar de nacimiento.. En ella no caben mas distinciones que las nacidas del propio corazón de la gente.. Dios nos hizo iguales y nos proclamó hijos suyos y, como tales, somos los herederos de su creación, coparticipes de sus frutos, beneficiarios de sus bienes, sin más restricción que el esfuerzo para obtenerlos y la voluntad de hallar sus utilidades en común provecho. No caben distinciones ni equívocas identidades diferenciadoras: son falsas en la medida que se opongan al fin primario y primordial de proteger al hombre. Esa es la enseñanza del cristianismo, esa es la autentica ley que toda criatura sensata debe cumplir.
Hoy da la sensación de que marchamos, en este orden moral y religioso, hacia atrás; de que volvemos a oscuras épocas que creíamos superadas y hundidas para siempre en un pretérito sin posible retorno. Y, sin embargo, las circunstancias, los hechos y los preparativos que observamos en el momento de escribir estas líneas, nos sumergen en el pesimismo, como si estuviéramos, en realidad, en una regresión inexplicable. El terrorismo azota como una plaga bajo pretextos en su mayoría irreales, como se ha apuntado; los reales pueden y deben combatirse por otros medios- Hay que legislar y perseguir los abusos de poder y las ambiciones sin medida que fomentan el caldo de cultivo para la aparición de aquellos pretextos, en un círculo diabólico que hemos de romper de una vez para siempre.
En estos días de Semana Santa, además de conmemorar un suceso realmente único y trascendente, debemos reflexionar sobre el sentido y los fines de las palabras del Maestro, que no son otros que los sintetizados en esta breve escrito.. Todo lo demás nos conducirá al fracaso y, tal vez, a la propia destrucción. Tengamos esperanzas en que Él nos ayudará y guiará, pese al descreimiento que hoy se observa, porque sus palabras prevalecerán a través de los tiempos.
Miguel Molina Rabasco