2007
SOBRE EL FILO DE LA NAVAJA
Cada día me decepcionan más los políticos y me cuestiono si, en verdad, será necesaria la política. Claro que, dicho así, corro el riesgo de que me encasillen como fascista, nazi o algo peor, sin pensar que éstas también son calificaciones políticas. Pero resulta bueno, pese a todo, una breve reflexión sobre ella.
Entendiéndola como forma o arte de dirigir o gobernar una sociedad, no parece que sea algo reprobable o inútil, ni el dedicarse a ella vocacionalmente. El problema surge cuando las acciones u omisiones del político o, mejor, del clan político, se desvía del fin deseado por la sociedad – la búsqueda y promoción del bienestar colectivo- y se enzarza en competición con otros grupos o clanes llegando a colisiones violentas, o se empeñan en el dominio de espacios y grupos o en permanecer permanentemente en el poder, para lo que no dudan en transformar las costumbres y normas ya vigentes si éstas entorpecen sus ambiciones. La historia nos ofrece un muestrario extenso de esta clase de situaciones.
Para evitar estos conflictos –siempre ha habido optimistas- se inventaron diversas formas de gobierno, hasta llegar a la que hoy se considera menos mala: la democracia. En teoría el pueblo –el colectivo social- tiene la soberanía y decide, cada cierto tiempo, quiénes llevarán las riendas. Hasta aquí esta elemental y esquemática visión de la evolución política y formas de gobierno, dejando atrás a Platón y su “República”, Hobbes, Hegel, Montesquieu y demás filósofos. Lo que me interesa en nuestro caso es destacar el porqué, después de siglos de luchas intestinas y tras haber desembarcado en la plácida playa de la Constitución de 1978, pretendemos estrellarnos de nuevo contra las hirientes rocas que baten incansables las olas de un negro temporal; por qué si llegamos a construirnos, con miedo y angustias, una amplia autopista por la que podíamos circular todos sin choques violentos, estamos abocados ahora a un sendero que va estrechándose tanto que caminar por él es como andar sobre el filo de una navaja.
Creo que España no se merece los políticos que nos llevan, incomprensiblemente, hacia una situación tan extrema. El noventa por ciento de los españoles queremos vivir juntos, en paz, en progreso, sin aventurerísimos… Demasiada agitación existe en torno a nuestro país para que, encima, nos dividamos y volvamos a los espeluznantes garrotazos goyescos, por mor de una imaginarias diferencias, de minúsculas ambiciones de cuatro estúpidos aspirantes a virreyes o la criminal esquizofrenia de separatistas, que para más escarnio se les ha dejado envenenar a una juventud ya extraviada por la educación torcida y falsa que se les han dado.
Espanta tanta estúpida maldad y que ningún político, hasta ahora, cuando ha podido, haya corregido el rumbo que llevamos; y espanta, aún más, que los que están en el poder, por conservarlo, continúen hacia delante aunque se vislumbre no lejano , el negro futuro representado por los enhiestos garrotes pintados por Goya o el hiriente acero de la navaja.
Miguel Molina Rabasco
Septiembre 2007